Me gusta el vino. Y me gusta comprar vino. Lo compro de oídas, cuando he leído o alguien me ha hablado de tal o cual botella. Y lo compro por la vista, cuando veo una etiqueta que me llama la atención. Pasearme entre las estanterías de una bodega, a la caza de la etiqueta que me haga chispitas es un placer del que disfruto como una niña. Y eso justamente fue lo que pasó con Beso de Rechenna.

No probaréis mis labios sin antes probar mi vino”.

Etiqueta sobria. Larga. Con un llamativo símbolo mozárabe. Y un texto narrando una historia de amor imposible que al final acaba bien, sobre una doncella y un guerrero y el origen del nombre de Requena, una ciudad de la provincia de Valencia. Sin darme cuenta, la botella de vino ya estaba en mi carro de la compra. No miré la bodega, no miré la uva, ni el año, ni si era reserva, o crianza, no miré nada. Me había bastado leer esas primeras líneas para pensar, “qué buena idea, inspirarse en una leyenda antigua para crear un vino, ole cómo funciona el storytelling«. No podía sospechar hasta qué punto.

Nos la bebimos y bueno, el vino no estaba mal. No he vuelto a comprarlo. Pero tuve la botella rondando por la cocina unos días, me sabía mal tirarla. Ojo, me sabía mal tirar una botella vacía de cristal al contenedor, simplemente porque llevaba una etiqueta que me había conmovido. ¿Un poco moñas? Quizás. Pero quien no haya hecho algo parecido con cualquier objeto, que tire la primera piedra. ¿Story friki? También. Qué se le va a hacer.

Hace unas semanas tuve que ir a Requena. Nunca había estado allí y me acordé de la etiqueta que contaba la historia de la fundación de la ciudad. Así que me fui directa a la Tourist Info a preguntar por la dichosa Rechenna. La gentil funcionaria puso cara de Whaaaat??? Cuando le pregunté por la doncella en cuestión. “No, no”, me dijo. “No me consta esa historia, mire, aquí tiene un folleto con la historia verdadera de la ciudad”. Y remarcó la palabra verdadera mientras me miraba con pena.

Foto The Colours Box

Salí de allí profundamente picada. Yo me lo había tragado. De verdad. A ver, no la historia en sí, sino que realmente existía una leyenda que la bodega en cuestión (ahora me daba cuenta de que no tenía ni idea de cuál era), había cogido como inspiración para la creación del vino. Así que decidí averiguar un poco más sobre el tema.

¿Y qué me encuentro?

A ver. Si eres un productor de vino y cava catalán, llamado Freixenet. Si de un tiempo a esta parte los productos catalanes, especialmente el vino y el cava, están siendo perjudicados por circunstancias políticas y coyunturales.

Si hay una denominación de origen, llamada Utiel-Requena, que tras muchos años de ser una segundona, está empezando a elaborar vinos de calidad reconocidos en concursos internacionales y que además está bien vista por el consumidor.

¿Qué haces? Blanco y en botella. Bueno, en este caso, blanco, no. Tinto. ¿Lo pillas? 😉

Pues lógicamente intentar coger un trozo del pastel. Pero ¿cómo? No tienes viñedo. No tienes bodega. No tienes marca. No tienes nada.

No hay problema. El vino se lo compro a Murviedro, que es una bodega de Utiel-Requena y con eso me garantizo estar dentro de la D.O. Además le compro vino de bobal, que es una variedad autóctona de la comunidad valenciana y lo embotello yo, que para eso soy Freixenet, qué leches. Ya tengo el vino.

Pero sigo sin tener nada. Porque el vino, amigos míos, es un producto cuya marca es determinante en el momento de la compra. Vamos, que si no te conocen, o eres rarito como yo, que compra por la vista, o no te compra nadie.

Pues vamos a hacerle una marca. Pero ojo, no me vale una marca cualquiera. Este es un vino valenciano y tiene que respirar marca valenciana por todas partes. Aquí a Freixenet ni olerlo. Y The Colours Box, que es la agencia encargada de lidiar con el delicado asunto, dice: “Tranqui, yo me encargo”.

¿Y qué hace?

No puede respaldar la nueva marca con el prestigio de la marca paraguas, no puede relacionarlo con Murviedro, la bodega de origen, no tiene nada a lo que agarrarse porque no hay nada detrás de este producto. Pues se lo inventa.

The storytelling power. Así podían haber llamado a este vino, porque storytelling es lo que estás comprando cuando compras Beso de Rechenna. Y olé. Yo me lo tragué. Está bien hecho de narices. Vamos por partes.

Lo primero de todo, tengo que crear la historia.

Para un vino de Utiel-Requena, ¿hay algo más potente que el origen de una de las ciudades vinculadas a esta D.O.? ¿Y por qué Requena? Porque su historia, la real, es importante. No nos olvidemos. Para que el storytelling funcione debe ser verosímil. Tengo que poder creérmelo. Y porque apelando a la historia, apelas al sentimiento de pertenencia, de identificación con el lugar de origen. Y yo quiero que mi vino sea valenciano por los cuatro costados.

[bctt tweet=»Para que el storytelling funcione tiene que ser verosímil. Tengo que poder creérmelo.» username=»sandra_copy»]

Vale, ¿y de qué va la historia? Otro must del storytelling. ¿Quieres que sea relevante? Relaciónalo con uno de los temas universales. Hay varios temas universales, pero hay dos, que están por encima de los demás: El amor y la muerte. Como no vamos a hablar de muerte, porque entonces no vendemos ni un corcho, hay que hablar de amor.

¿Me vale un amor cualquiera? No, my friend. De todos los amores habidos y por haber, el amor romántico se lleva la palma en cuanto a capacidad de engagement. Shakespeare lo sabía. Los de O.T. lo sabían. The Colours Box también.

Sin conflicto, no hay historia. Conflicto forever. Pues bien, ¿hay un conflicto más grande que el amor imposible? Te lo digo yo, no. Ahora visto un poco a los personajes, los sitúo en su contexto y ¡voilá! Una leyenda medieval romántica, con final feliz y más valenciana que una paella.

[bctt tweet=»Sin conflicto, no hay historia» username=»sandra_copy»]

Siguiente paso, el packaging.

¿Qué estamos vendiendo? ¿Vino? No. Si estuviéramos vendiendo vino, en la etiqueta aparecería la bodega, la añada, el tipo de vino, etc. Pero no tenemos nada de eso, así que no podemos vender vino. Vendemos la historia del vino. Así que el packaging debe estar empapado de esa historia. Y tanto. Como que el packaging, en este caso la etiqueta, narra literalmente la historia. Y el símbolo mozárabe que la representa está, tanto en la cápsula, como el corcho. Es un packaging cuidado y que transmite calidad, con el fin de que no percibas que el vino en cuestión no tiene origen.

Foto de http://franciscojosedarckman.blogspot.com.es

La distribución la tengo asegurada.

En fin, estamos hablando de Freixenet. No creo que hayan tenido problemas para colocar la marca en el mercado.

Y por último, la campaña.

Como la tele cuesta una pasta y este es un producto que va a nicho, me lanzo al mundo digital. Creo una web básica. Muy, muy básica, un escaparate con el nombre del producto, la historia, cuatro fotos y poco más. Y un perfil de Facebook. Y como de un día para otro no van a llover los fans, ni los likes, tengo que hacer algo para que la peña se mueva y me siga. Que si no, el cliente me va a decir un par de frescas y con razón.

Pues como la cosa va de historias, ¿qué tal un concurso de relatos que tengan el beso y el vino como temática? De esa manera, todos los que concursen, todos sus amigos, familiares y demás, me van a seguir. Pongo una cantidad jugosa como premio y ¡bingo!. 647 relatos. Ahí es nada. Y me he generado así, por las buenas, una generosa bolsa de seguidores. Además, utilizo Facebook para dar noticias sobre el concurso, nombrar alguno de los relatos, anunciar finalistas… para tener enganchada a la gente, vamos. Y esto lo mantengo un par de años, lo justo para colocar el producto en el mercado y que se haga un huequito dentro de los vinos D.O. Utiel-Requena.

FIN.

¿Alguien dijo alguna vez, que esto del storytelling y los relatos de marca en realidad no sirven para nada? Pues que se lo comenten a los amigos de The Colours Box. A ver qué opinan.

¿Y tú qué piensas? ¿Eres story friki como una servidora? Cuéntame, ¡me va a hacer mucha ilusión!

Photo by Alfonso Scarpa on Unsplash

Post Author: sandra

2 Replies to “Vino Beso de Rechenna: cuando el producto es el storytelling.”

  1. Hola Sandra,
    Soy Jordi de Miquel, de la agencia THE COLOURS BOX. Navegando sin rumbo fijo me he topado con tu entrada hablando de Beso de Rechenna. La has clavado (casi).
    Lo cierto es que este ejercicio de storytelling –como todos los que hacemos- partió de una premisa real. Bajo la plaza de Requena hay unas cuevas milenarias con grandes tinajas que, en plena época musulmana, se utilizaban para almacenar vino. El resto, lo del Caballero de la Media Luna, la Dama Sol y la historia del beso, no está documentado y nunca sabremos si realmente sucedió. Pero sería precioso que hubiera sido así.
    Muchas gracias por tus comentarios.

  2. ¡Hola Jordi!
    La verdad que me encantó analizar vuestro trabajo, ¡súper interesante, enhorabuena! Y si, tienes toda la razón. Sería precioso que hubiera sido así. ¡1000 gracias por tu comentario!

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