Seguro que muchos habéis visto la peli de Pixar, Rompe Ralph. Ralph es el malo en un videojuego, pero él quiere ser el bueno, quiere una medalla. Para asumir su rol y superar su frustración, acude a terapia con otros malotes, como el fantasma de Pac Man. Y en esa terapia ellos tienen un lema, “Soy malo y eso es bueno, nunca seré bueno y eso no es malo”. Inspirado en ese mantra, he creado uno nuevo: “Yo vendo y eso es bueno, siempre seré vendedor y eso no es malo”. Porque lo cierto es que igual que nadie quiere ser el malote, nadie quiere vender. Pero se necesita un malote para que el videojuego funcione. Y se necesita vender para que TODO funcione. A mí me gusta vender. Y por eso soy copywriter.
Casi siempre me pasa. Cuando empiezo a trabajar con un cliente, una de las primeras preguntas que suelo hacer es, ¿tú qué vendes? A la que se suceden un rosario de respuestas del tipo, “No, yo no vendo, yo ofrezco…” o “La palabra vender no me gusta, yo más bien proporciono…” o directamente, “Yo no vendo, a mí me compran”. Ya.
Lo cierto es que el hecho de vender y de ser vendedor, en nuestra cultura está mal visto. Nos gusta comprar, pero no nos gusta que nos vendan. Y por tanto, no queremos que nos identifiquen con algo molesto, pesado, cansino, innecesario y que ataca directamente a uno de los lugares más frágiles de nuestra anatomía: el bolsillo.
Hay instaurado por tanto y de manera general un complejo, a causa del cual evitamos que vender, o ser vendedor, toque con su dedo pringoso y mugriento nuestra inmaculada tarjeta de visita. Un complejo por cierto, que nuestros compis anglosajones ni por lo más remoto piensan que puede existir. Son libres de vender a diestro y siniestro, con una libertad, una desmesura y una falta total de cualquier tipo de vergüenza (en el mejor y más literal de los sentidos).
Yo vendo y eso es bueno. Porque eso es lo que hacemos los copywriter, vender.
Frase brutal del maestro Ogilvy: “Si no vende, no es creativo”. Ya te puedes montar la movida que quieras, con el presupuesto que quieras. Si no vendes, no funciona. No eres creativo. Porque ser creativo no es sólo imaginar, no es inspiración, no es magia. Ser creativo implica investigación, ponerse en la piel del cliente, sentir como siente el cliente, pensar como piensa el cliente. Y llegar hasta donde le duele para poder darle una solución.
Otra frase demoledora del copywriter por excelencia: “No puedes obligar a la gente a comprar tu producto. Solo puedes interesarlos para que lo hagan”.
Por favor, dejemos de ver las ventas como algo molesto, triste, casi desagradable.
Dejemos estar la frasecita “Le vende hielo a un esquimal”. Ningún esquimal compra hielo. Y si lo compra, se sentirá engañado y jamás volverá a comprar, lo que significa la muerte.
A un esquimal, por muy pesado que te pongas, no le va a interesar el hielo. Si vendes hielo, tu cliente no está en el polo norte.
Dejemos de ver a los vendedores como gente coñ*zo, que no tienen otra cosa que hacer más que venir a tocarnos las narices.
Saber vender requiere talento. Requiere empatía, inteligencia emocional, dominar el arte de la negociación. Los buenos vendedores son inteligentes, seductores, joviales e inspiran confianza. Te aconsejarán, te propondrán mejoras y te ayudarán en todo lo que necesites. Porque para ellos, tú eres importante.
Los copywriter somos vendedores y eso es bueno. Nunca dejaremos de vender y eso no es malo.
Vendemos producto, inspiración o actitudes. Utilizamos las palabras de forma honesta para interesar, para crear curiosidad, para despertar sueños dormidos, deseos latentes.
Yo vendo y eso es bueno. Y que tú vendas también lo es.